Me cuesta olvidar, desprenderme de lo que fue,
pero una vez logrado el cometido
los recuerdos quedan casi vacíos;
si, dentro del universo que llevo dentro
se mezcla entre tantos recuerdos,
que luego ya casi ni me acuerdo...
se desdibuja su figura, su rostro, su cuerpo...
se desdibuja su sonrisa, y hasta mis lágrimas.
Me duele olvidar, porque cuando olvido,
ya no se me hace necesario recordar,
sólo en noches de vinos, me asalta la curiosidad.
martes, 10 de noviembre de 2015
domingo, 8 de noviembre de 2015
La Noche y la Luna.
Estaba la luna llena posada sobre la oscuridad de la noche.
Noche: Eres tú quien reina mis tierras, tan brillante, tan
impredecible para los terrenales, aun cuando tu luz y tu figura agota el
paisaje, no llena los deseos de quien te ve, y entonces se despierta la intriga
de la carne.
Luna: Yo sólo he venido a cumplir mi deber, a alumbrar los
callejones que bajo tu oscuridad se pierden de vista.
Noche: Pero no te honres por tal habilidad, sabes que a los
humanos les gusta pecar, y que tu luz no alcanza para evitar que emprendan
aquellos caminos, por angostos que sean.
Luna: Seré entonces, yo, el pecado, la manzana del edén, y tú
la serpiente quisquillosa. Tú conoces tu deber, cómo yo conozco el mío, y
sabemos que la naturaleza de los cuerpos no se cambia con el pensamiento, ni
con las palabras escritas en pergaminos.
Noche: El cuerpo ignora la historia, la moral y la ética, sólo la razón conoce de esos temas, y en la noche, la razón cansada, se acuesta a dormir. Eso nos da ventaja, tú disfrutas de ver, y yo de sentir como se abrigan
en mí.
Luna: Todos los humanos, llevan un lobo dentro, por eso bajo
mi luz van en busca de la carne, directo a devorar. Tú te consideras abrigo,
pero sólo del cuerpo, porque si abrigaras el alma lo suficiente, no haría falta
de salir al encuentro.
Noche: No me pesa que digas eso, recuerda que también en mí
se abrigan amores sinceros. Y juzgar al humano, yo no pretendo, pues quien de energía
está hecho, necesita conectarse, y que mejor forma… para recargar las fuerzas
que las penas agotan.
sábado, 7 de noviembre de 2015
Embriaguémonos.
El corcho de mi alma aún está aquí, puesto en mí
sólo se han desbordado unas pequeñas gotas
nadie ha sabido tomarme como debe ser
no ha llegado un amante de profesión
que quiera beberme despacio, que sepa rendirme
tomarme a diario, de sorbo en sorbo
disfrutar de la pasión que se concentra en mí.
A la vida se le debe dar pequeños intervalos de ebriedad,
uno a veces requiere dejarse ir sin prejuicios, sin control
y en estas ocasiones uno necesita un cómplice
un compañero de tragos, para hacer intercambio de sustancias
de esas que brotan de nuestra piel, y embriagan más que cualquier otro licor.
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